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La Langosta es una película que intenta hacer una sátira de la
sociedad contemporánea que ha llevado al límite una incansable necesidad de
compañía, exaltándola al extremo y haciendo de los solitarios unos parias,
terroristas de la felicidad, de modo que se confunde la necesidad de ser feliz,
con la necesidad de convencernos de que somos felices, y esto sólo se logra
cuando lo publicitamos a los demás.
En ese sentido, Lanthimos exagera
y deforma los rituales cotidianos de las relaciones sociales y presenta a unos
personajes desnaturalizados, que se desprenden de toda naturalidad para
insertarse en una ridícula rutina que tiene un solo fin: encontrar pareja. Es
así como todo el ritual, perfectamente sincronizado, se convierte en un juego
ridículo en el que sólo participan ególatras y parásitos.
El personaje principal, David
(Colin Farrell), y los demás huéspedes del hotel, actúan y hablan de forma
mecánica, de modo que el espectador palpa la sátira. En inicio las situaciones
pueden causar risa, pero con el paso de los acontecimientos se van tornando en
un mensaje cada vez más profundo y oscuro, convirtiendo la historia en un viaje
de aproximación a la naturaleza de una persona cobarde. Lanthimos confronta la
ridiculez frente a las debilidades humanas, como paso previo para avanzar, para
recuperar la naturalidad de las relaciones sentimentales, que hace tiempo sólo
se reducen a compromiso social.
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Pero La Langosta también
representa una rebelión y un giro hacía la huida de la sociedad, hacia el
abandono del protagonista de su deseo de redención en favor de su inclusión en
el grupo de los que habitan fuera, la insurrección organizada de los solteros
que no acepta la nueva sociedad. En éste punto se puede ver a unos
revolucionarios en su ambición por no acatar las estrictas reglamentaciones impuestas
a la vida privada, y en especial a la vida en pareja, (uno de los mecanismos
para dirimir las discusiones en la pareja es la asignación de un hijo, el cual
permitirá apaciguar las diferencias) sin embargo, en su afán organizativo
terminan por establecer otro tipo de normativas tan disparatadas como las que
pretenden cuestionar. Es un mundo compartimentado, tan reaccionario en la
sociedad como dogmático en la rebelión, en el que no hay espacio para la vida
ni resquicio para la libertad.