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Escribir una película como La La Land es comentar una parte de la
historia de la cinematografía mundial, es resaltar la importancia que tuvo el
musical para la recuperación de la vida estadounidense después de la Gran Depresión.
Éste filme intenta darle una reinterpretación al género musical actualizándolo
e incorporando, a en particular de la actualidad del jazz, la discusión entre
los géneros tradicionales y las formas de evolución que deben tomar para poder
innovar.
El trabajo que realiza el director
Damien Chazelle tiene una gran semejanza con el trabajo realizado por Michel
Hazanavicius en 2011 con la película The
Artist, puesto que se reconoce que las corrientes, los géneros y elementos
técnicos que han aparecido en los últimos años en el cine lo han transformado y
que aun así, existen en la historia de la cinematografía mundial elementos que
pueden aportar a la actualidad del séptimo arte, aunque de la misma manera
insinúa que hay ya muy poco por inventar.
En este sentido, el director demuestra
saber muy bien lo que quiere, pues La La
Land habla del pasado y del presente, usa el musical y el jazz como como
medios para enfrentar la época de oro de Hollywood con un presente menos
brillante, toma una sencilla historia de amor y la enfrenta a la realidad,
enfrenta a los románticos soñadores con los realistas.
Es así como en La La Land se pueden diferenciar dos
momentos, uno en el que se muestra la gran influencia del cine musical clásico,
con una primera escena que puede resultar aterradora para aquellos que se dejan
llevar por las primeras impresiones de un filme. En éste primer momento las
referencias a los musicales de antaño son múltiples, pero también hacen
presencia títulos míticos de Alfred Hitchcock, Michael Curtiz o Robert Siodmak,
dónde se muestra que Chazelle es un apasionado cinéfilo, que intenta saldar
cuentas con el pasado y la historia del cine. En el segundo momento la música
empieza a tomar un lugar de fondo, lleva el hilo conductor de la historia, pero
fluye de manera más natural con la historia de amor, permitiendo así que se
desarrolle la excelente química que existe entre Ryan Gosling (Sebastian) y
Emma Stone (Mía).
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Ryan entrega al personaje su
mirada triste y desarrolla una postura física que logra definir todo en
Sebastian, un soñador tan apasionado como derrotado, un soñador aferrado al
pasado del Jazz, un hombre que no ambiciona sino que sueña llegar a revivir los
años dorados de un club de jazz. Emma sencillamente brilla. Es tal vez la
estrella de la que habla la canción central. De tal modo que se permite su
lucimiento personal, porque el gran peso de la historia se encuentra ligado a
ella, a la cercanía física de su sueño de ser actriz, pues es una mesera que
trabaja en la cafetería de un estudio de cine, aunque duda de tener el talento
o la capacidad para soportar el ritmo que impone poder lograrlo, por lo cual se
va alejando de su sueño hasta derrotarse.
La La Land es la historia de un hombre que intenta despertar la
pasión en una mujer que duda de sí, de dos personas que encuentran en su
historia de amor el apoyo para lograr
vivir, y en alguna medida luchar por lo que quieren, pero que también se ven
enfrentadas a una realidad
dura con los soñadores, una ciudad que no está hecha para ellos,
que sólo vive en los logros pero que devora fracasos.
La La Land es un filme para complacer y para formarse una idea de
que el cine puede ser lo que el espectador quiera, que puede elaborar y
quedarse con el final que elija, un homenaje para el musical que a veces se
hace tan difícil de ver.